En la novela Doña Bárbara de
Rómulo Gallegos, la naturaleza es representada de una manera hostil y
salvaje. Las selvas, los llanos,
la vegetación y los conflictos por la tierra abruman, matan o confunden a los
hombres. La naturaleza de la
llanura, devora a los hombres, es
primitiva, feroz y engendra violencia y crímenes. Doña Bárbara, el personaje principal de la novela, representa ese
aspecto salvaje de la naturaleza llanera y Santos Luzardo (el santo) representa
el orden y la modernidad.
Doña
Bárbara, (que en realidad se cree es una representación de doña Pancha un
personaje real de la historia) se muestra como una mujer dominante, hosca,
salvaje. Su descripción incluye
una belleza traicionera, capaz de devorar a cualquier hombre, mala mujer, mala
madre, sin sentimientos, y además de esto también bruja. La asociación de Doña Bárbara con la
naturaleza representa la dicotomía entre civilización y barbarie. Santos Luzardo tiene que domar esa
naturaleza salvaje, tiene que cercar los terrenos, traer la modernidad y el
progreso. Santos Luzardo recoge a
la hija de doña Bárbara e intenta educarla, esto es otro ejemplo más del
conflicto entre civilización y barbarie,
un conflicto de poder y de dominio, un conflicto entre el hombre
civilizado y la mujer salvaje.
Hay que
destacar que la constancia de la civilización, la lucha incesante de Santos Luzardo
en contra de Doña Bárbara, la representante de la barbarie, trae como
consecuencia la victoria de Santos Luzardo, como si se pretendiera dar una
moraleja: el bien triunfa sobre el mal.
El mal es la mujer y la naturaleza y el bien es la modernidad y el
hombre. Un mensaje profundo
de la nación ideal, un mensaje de exterminio a todo lo que presente valores
diferentes a la civilización.
En La
última niebla de Bombal, vemos como una mujer pasa su vida de casada bajo el
dominio de un hombre que desea moldearla para que encaje con sus deseos. La
vida matrimonial, se convierte para ella, en una rutina total, prácticamente
puede predecir lo que sucederá en cada minuto de su vida. La protagonista intenta librarse de la
realidad mediante ensoñaciones.
Con estas ensoñaciones descubre sentimientos y sensaciones íntimamente
vinculados a la naturaleza idealizada.
Estos viajes oníricos llevan a este personaje a encontrase con sí misma,
a conocerse y a describir lo que una mujer siente, algo que el hombre no ha
podido hacer, aunque lo ha intentado muchas veces. Por ejemplo, yo como hombre, ¿cómo puedo describir de una
manera certera las sensaciones sexuales de una mujer? Me parece algo imposible.
La
protagonista encuentra el despertar del deseo femenino abrazada a un árbol, un
símbolo fálico. La conexión que ella tiene con la naturaleza en el estanque es
algo difícil de palpar desde el punto de vista masculino, con un lenguaje muy
poético, muy femenino y directo, Bombal describe como la protagonista se masturba,
describe lo que siente en las aguas del estanque.
Ella se
desprende de la realidad en estas ensoñaciones. Un símbolo onírico es la cadena que se rompe cuando ella es
guiada por su amante. “Romper las
cadenas” es un dicho conocido que se refiere a desprenderse o alejarse de algún
tipo de reclusión o martirio.
Ella, vive en completa comunión, entre la niebla y el silencio, las
raíces, el agua y las hojas, a diferencia de su esposo que habla de cacería, y
de los otros hombres que le tiran un animal muerto a sus pies. La dominación de la naturaleza y de la
mujer por parte del hombre, es el
mismo discurso que vemos en Doña Bárbara de Rómulo Gallegos. La protagonista de La última niebla parece
ser parte de la naturaleza, pues viven en completa comunión. El hombre intenta dominar a la
protagonista y vemos como se usa el símbolo de la cacería y de animales
ensangrentados para mostrar que el hombre también intenta dominar a la
naturaleza. Aunque nunca se
refiere a esto explícitamente, en contraste con Doña Bárbara, en La última
niebla, la barbarie viene del discurso masculino.
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